Tiempo de lectura: 4 minutos

Hay días en los que simplemente evitar el espejo parece la mejor opción. No por pereza, sino porque mirar el reflejo se ha convertido en un juicio automático. Si alguna vez te has sentido incómoda con tu autoimagen, comparándote sin piedad o sintiendo que tu cuerpo no encaja con lo que esperas de él, no estás sola. Esta entrada es para ti.

Hola, muy buenas ¿Cómo te va? En la entrada de hoy te contaré sobre la autoimagen y cómo sanar la relación con tu reflejo y contigo misma, sin necesidad de que cambies tu cuerpo, sino tu mirada. Así que ponte cómoda o cómodo y comencemos.

Cuando el espejo se convierte en juez

La autoimagen es la forma en que percibimos nuestro cuerpo y cómo sentimos que encajamos (o no) con ciertos estándares. Pero no se trata solo de estética. Tiene que ver con nuestra historia, nuestras experiencias, comentarios que escuchamos desde pequeñas(os), comparaciones constantes… Todo eso va moldeando la relación con nuestro cuerpo. Y lo peor es que, muchas veces, esa relación está cargada de exigencia, culpa y rechazo.

En consulta, muchas mujeres me dicen cosas como:

«No soporto mis brazos», «Me veo en fotos y me deprimo», «No me pongo ciertos pantalones porque siento que no me los merezco».

Esas frases no nacen de la vanidad, sino de una batalla silenciosa que se da cada día frente al espejo. Y sí, duele más de lo que a veces queremos admitir.

La autoimagen no nace sola: se construye (y se puede reconstruir)

Tu autoimagen no es un hecho objetivo. No es un reflejo fiel de cómo luces, sino de cómo te miras. Y eso está influido por muchos factores: el entorno familiar, la cultura de la dieta, los medios, las redes sociales, incluso lo que te dijeron en el colegio o una expareja.

Sanar la relación con uno mismo pasa por revisar esa mirada. Cuestionar de dónde viene esa crítica. Preguntarte con honestidad: ¿quién me enseñó que tenía que verme de cierta manera para valer? Porque si lo que aprendiste fue a exigirte ser perfecta, también puedes aprender a tratarte con más suavidad, con más amor y autocompasión.

Sanar la relación con uno mismo empieza por dejar de pelear con el cuerpo

No es fácil, lo sé. Muchas personas creen que primero deben cambiar su cuerpo para poder tener una mejor relación con él. Pero suele funcionar al revés: cuando empiezas a tratarte mejor, también cambian tus hábitos, tus decisiones, tu energía.

Sanar la relación con uno mismo empieza por dejar de usar el cuerpo como campo de batalla. No necesitas estar delgada, musculada, lisa, firme o «arreglada» para empezar a quererte. Puedes empezar hoy, tal como estás.

Un ejercicio que propongo mucho en sesión es escribirle una carta al cuerpo. No para romantizarlo, sino para escucharlo. Para preguntarte: ¿Qué me ha dado mi cuerpo? ¿Qué me permite hacer cada día?
A veces lo que necesita no es que lo transformes, sino que lo mires con más compasión. Que dejes de exigirle que sea perfecto para poder quererte.

Te contaré una experiencia personal. Hace algunos meses subí de peso (bastantes kilos de más para ser honesto) sin darme cuenta no presté atención a mi cuerpo, a los hábitos que estaba teniendo en esos momentos. 

Más allá de machacarme, culparme o castigarme, comencé a observarme con compasión. Le pedí perdón a mi cuerpo por como lo estuve tratando esos meses, le pregunté ¿Cómo te sientes? ¿Qué necesitas realmente? Y le puse atención, comencé a ser nuevamente respetuoso y amoroso con él. Comencé a cuidarlo.

No digo que no fue incómodo, o que en ocasiones la vocecita que castiga o crítica (no hay peor verdugo que uno mismo) saliera de vez en cuando. Si no que, más allá de querer volver a tener una figura esbelta, o cubrir los estereotipos de belleza,. Lo más importante debe ser ver nuestra propia salud. 

Ejemplos cotidianos de una relación corporal más amable

Aquí te dejo pequeñas acciones que pueden ayudarte a sanar esa relación:

  1. Vestirte con ropa que te gusta y no solo con la que “disimula” o “te hace ver más delgada”.
  2. Hablarte como lo harías con un ser muy querido que se siente inseguro: con paciencia, ternura y sin reproches.
  3. Cambiar el enfoque del ejercicio físico o una dieta saludable, que no sea castigo, dolor o sufrimiento por hacer ejercicio o por comer, sino una forma de cuidarte y disfrutar.
  4. Elegir seguir cuentas en redes sociales que muestren cuerpos reales, diversos, naturales, no editados ni filtrados. En la actualidad desafortunadamente se utiliza mucho filtro en las fotografías o vídeos.
  5. Celebrar tus avances internos, no solo los físicos: cuando te hablas con más cariño, cuando decides no criticarte, cuando eliges cuidarte sin culpa. ¡Celebralo! Que no hay nada más hermoso que tener una relación sana con tu propio reflejo.

Estos gestos, aunque parezcan pequeños, crean un espacio distinto dentro de ti. Un espacio más habitable. Porque sanar la relación con tu cuerpo no va de perfección, sino de presencia. De estar contigo, sin huir de ti.

Tu cuerpo no necesita defensa: necesita aceptación

Quizá tu cuerpo ha cambiado. Quizá ya no se parece al que tenías hace unos años, o al que te enseñaron que “debería” ser. Pero sigue siendo tu casa. Y no hay reforma estética que valga si no haces las paces con quien vive dentro.

La autoestima no se construye en base a tener un cuerpo “correcto”, sino en sentirte segura de quién eres, con todo lo que te forma. Y eso incluye aceptar tu historia corporal, tus marcas, tus curvas, tus cambios.

Aceptar no significa conformarse, sino elegir la paz frente a la guerra diaria con el espejo.

No necesitas gustarte todos los días para respetarte. Y no necesitas transformarte para merecer amor, cuidado o atención. Sanar la relación con uno mismo empieza por reconocerte entera: con todo lo que eres y también con todo lo que aún estás aprendiendo a aceptar.

Cuídate mucho y recuerda que estoy para ayudarte. ¡Hasta pronto!